jueves, 13 de octubre de 2011

PRONAA: Mistura de los pobres

Antes que sucediera la lamentable muerte de los 3 niños en Cajamarca por los alimentos infectados y/o pésima higiene de los utensilios donde les dan los alimentos tenía intención de escribir algunas letras sobre como en nuestro país un puñado de peruanos y extranjeros puede gastar en comida de un día lo que la inmensa mayoría de peruanos consumiría en una semana o tal vez dos.

Ese el secreto del sistema neoliberal y sus medios de comunicación: hacer creer que lo que disfruta una minoría es lo que le pasa a todo el país. Este tendría que ser el país de los conciertos de rock y salsa pagados con tarjetas de intereses leoninos de las que no te escaparas jamás, de las entradas a mil soles al estadio, de las pasarelas de ropa de moda, del internet más rápido del mundo y de los autos de lujo. Eso es lo que sale en la tele y no importa el resto. El centro de Lima con turistas con cámaras y camareras apuradas en atenderlos. El país es Asia (o Eisha, como quieran) y sus nenes metiéndose éxtasis con agua mineral, cocaína con cerveza o marihuana con vodka, el país es al fondo hay sitio, el show de Gisela y el nuevo matrimonio de alguna vetusta bataclana.

Mistura y el 'derecho' a comer rico

Pero ahí nomas donde terminan de caer los platos de plástico de Mistura están los hambrientos buscando que comer en los basurales. Y más lejos en los arenales, en los cerros, al pie del río, en las chozas, en las punas, donde no hay internet, donde no hay luz para tener teles y ver a la selección ni las repeticiones de los conciertos a los que nunca tendrán acceso, ahí donde salen los que intentaran sacarle un sol con sus bolsas de caramelos a los turistas (y también salen los que intentaran arrancarles la cámara) ahí donde no saben de playas lindas ni de drogas caras (ahí solo hay PBC) ahí donde no hay pasarelas de moda sino ropa donada, ahí donde no hay Mercedes ni Audis sino que se sube o baja en motocarro, en triciclo o a pie, ahí donde los artistas solo visitan en navidad para que veamos que buenos son, ahí donde llegar a viejo es un milagro, ahí comen los niños, madres gestantes, peruanos en extrema pobreza y ancianos de lo que el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria les pueda dar.

Creo que es una de las más grandiosas condenas al sistema económico vigente. Nos dicen que hemos crecido a un ritmo de 8 o 9 % al año desde hace 10 años, y son cada vez más los que tienen que sobrevivir en este tipo de programas sociales. El Estado en vez de generar la salida del asistencialismo repartiendo mejor lo que producen todos, prefiere amarrar las ganancias en pocas manos y aventarles lo suficiente para sobrevivir a los extramuros de su sociedad pintada como perfecta en un comercial y que solo existe y funciona en ese comercial.

Un informe de Naciones Unidas de este año indica que el Perú aún teniendo suficientes alimentos para toda su población, la falta de disponibilidad y acceso a estos, así como el bajo nivel de educación, salud, agua y otros hace que uno de cada 4 peruanos padezca hambre y desnutrición crónica. Y en el ámbito rural la cifra supera el 40%.

La tasa de mortalidad infantil es hoy de 23 por cada mil nacidos, habiendo departamentos como Apurímac, Cuzco, Puno, Huánuco y Huancavelica, donde mueren más de 80 por mil nacidos. O en la Cajamarca tan nombrada estos días supera 60 por cada mil. Solo el 2010 murieron más de 450 mujeres gestantes siendo el índice más grave de toda la región. Los motivos son claros, además de una mala alimentación se agrega la falta de un sistema de salud que evite tamaña tragedia.

Y estamos hablando de reportes de organizaciones que no se meten o investigan más allá de lo que su presupuesto les permite y de organismos estatales que tratarán de tapar lo más que pueda la vergüenza de un país que se jacta de anunciarle al mundo que la torta que cada año preparamos es más grande pero que se la siguen comiendo unos cuantos, la mayoría recoge las migajas y otros cuantos se mueren de hambre mirando el festín.

Porque el debate acerca de la muerte de los niños en Cajamarca debería llevarnos a una discusión a fondo del país que estamos destruyendo por el sinsentido de no querer ver lo que pasa en realidad. Ya Argentina sufrió la explosión de este modelo y Chile con el que tantas veces nos gusta compararnos o competir nos muestra su hora más decisiva para romper con lo que nosotros creemos que podemos casarnos de por vida, Europa en general y las calles de Wall Street en los EE.UU nos deberían terminar de abrir los ojos de que aquí las cosas no pueden seguir así.

No se puede construir en la desigualdad de ver como los niños, mujeres y ancianos se mueren de tuberculosis en todo el Perú (campeón latinoamericano en este mal, que con más de 30 mil afectados podría llenar el Estadio de Alianza Lima) y que sea su capital, Lima, la que tenga el porcentaje más alto del país, mientras tenemos un gobierno aún incapaz de ponerse fuerte con las trasnacionales mineras que no les da la gana de pagar impuestos, que mezquinan regalías y solo quieren aventarnos limosnas. Y que no nos permite soñar con la industrialización del país en el corto plazo, además.

Necesitamos un gobierno que diga hasta aquí nomás al modelo que depreda la naturaleza y degrada al hombre a mendigar cuando la riqueza está ahí al alcance de sus manos. Necesitamos que el debate no sea si la Ministra de la Mujer bailó bien o mal el baile de la malagua o si respondió con candidez, soberbia o altura, porque eso es lo que menos importa y es a donde nos quiere llevar la derecha con su hipocresía y mala intención de usar a estos tres niños muertos para tirarse abajo un ministerio en manos de una mujer progresista.

Y esta derecha peruana a la que solo le importa que nada cambie que no venga a dar clases de moral o eficiencia. Cuando se pide su voto para mejorar los salarios, dar más presupuesto a los programas sociales o cobrar impuestos a los que se la llevan sin compartir, su respuesta es la de un pitbull con rabia y sin comer dos días. Y los resultados están a la vista de todos.

Ollanta Humala debe con urgencia desmarcarse de las lacras neoliberales y sus consejos que le están preparando la camita. Solo yendo a los orígenes de su plan de gobierno la gran transformación dejará de ser un eslogan de campaña.

Hasta la victoria siempre

Guillermo Bermejo Rojas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario