miércoles, 17 de agosto de 2011

Nuevo pacto social, nueva Constitución y Asamblea Constituyente

Desde que el Presidente Humala juramentó por el espíritu y valores de la Constitución del 79, se ha iniciado un debate o mejor dicho, casi una guerra de guerrillas de artículos, declaraciones y contorsiones para la tribuna que poco le aclaran a la población que es lo más conveniente para sus intereses.

Desde la infeliz de Marta Chávez, que cual poseída repetía como una letanía que la única carta válida es la del 93, hasta el otro extremo que quiere regresar a la Constitución del 79, sin recordar que la historia no va para atrás, nos guste o no.

Lo primero que deberíamos analizar es cómo llegaron a lograrse estas dos Constituciones. La del 79 fue el triunfo de una generación de luchadores sociales, trabajadores y campesinos que pusieron contra la pared a la dictadura de Morales Bermúdez que no le quedó más remedio que llamar a una Asamblea Constituyente que fue copada por el Apra (esa que se promocionaba como izquierda democrática) y la izquierda marxista en varias presentaciones, mayoritariamente. Con una derecha en apariencia menos reaccionaria y con mejores exponentes (al menos en lo académico) que los que ahora tienen, que no podrían resolver un crucigrama de periódico de 50 céntimos. Podemos afirmar que la C79 es de inspiración progresista.

Mientras que la C93 fue parida después de un golpe de Estado en medio del totalitarismo de la mafia fujimontesinista, para darle un marco legal al remate de las riquezas naturales y la instauración de la explotación del trabajador. Fue instaurada también en medio de una campaña de terror y desprestigio contra los grupos opositores a esta dictadura y aprobada en un referéndum fraudulento. Es pues, espuria por donde se le mire. Podemos afirmar que la C93 es de inspiración reaccionaria.

C79 y C93

La Constitución del 79, desde luego, es superior a la del 93 en cuanto a las obligaciones que tiene el Estado en materia económica. En su rol subsidiario de la economía, en su actuación como empresario en la gran minería, defensa de la producción nacional, mientras que la del 93 al eximir de responsabilidad empresariales al Estado y proponer igualdad de condiciones a la inversión extranjera y nacional, privada o pública, dejo el país en manos de las trasnacionales (mixtas o privadas) que al tener mayor capacidad económica arrodilló al país a sus intereses, han logrado el monopolio de las actividades extractivas, de producción y comercialización, con su legado de corrupción generalizada en todas las esferas del poder.

En cuanto a los derechos en educación la C79 garantiza que la educación privada no sea sujeto de lucro y garantiza su supervisión para que se cumpla. Garantiza que ningún establecimiento educativo entregue menor calidad del nivel que corresponde. Propone también la C79 que la educación Universitaria tiene entre sus fines la creación artística, intelectual, la investigación científica y tecnológica y la formación profesional y cultural. Aclara que el Estado garantiza en todas las universidades la libertad de cátedra.

Se compromete también la C79 a preservar y estimular las costumbres y tradiciones de las culturas nativas y el folklor nacional, así como la promoción y el estudio de las lenguas nativas y garantiza el derecho de los pueblos aimaras, quechuas y demás pueblos originarios a educación primaria en su idioma. La C79 garantiza recursos para la práctica de deportes y educación física como objetivos de la educación integral. La C79 exige que las Empresas estén obligadas al mantenimiento de los Centros de Educación conforme a Ley.

La C79 pone los medios de comunicación del Estado al servicio de la educación, destina no menos del 20% del presupuesto del gobierno central para la educación y se plantea que el Estado procure la profesionalización de los maestros.

La C93 no compromete ningún porcentaje para el presupuesto, ni diferencia el Centro Educativo frente a la empresa lucrativa.

En cuanto al sector agropecuario la C79 otorga prioridad al desarrollo integral del sector agrario, los dota de apoyo técnico y económico, alienta la agro industria, establece un seguro agrario, tecnifica y profesionaliza la solución de problemas del sector rural y de tierras, impulsa la capacitación y la educación técnica del agricultor orienta la producción agropecuaria en preferencia de la satisfacción de las necesidades alimenticias de la población. Deja expresa prohibición del Latifundio y propone eliminar el minifundio mediante planes de concentración parcelaria.

La C93 dice que garantiza el desarrollo del agro, que garantiza la propiedad de la tierra en sus diversas formas, que la ley fija límites de extensión de las mismas y que las tierras abandonadas pasan al Estado. Eso es todo.

En cuanto a las comunidades nativas y campesinas en la C79 las tierras de éstas son inembargables e imprescriptibles. Fomenta las empresas comunales y cooperativas. La C93 no menciona absolutamente nada de ambas precisiones, solo que reconoce su identidad, su organización y su existencia legal que también reconoce la C79.

Ya en el tema de los derechos del trabajador, la C79 reconoce que el trabajo es la fuente principal de riqueza, dándole al Estado la obligación de promover políticas que eliminen la pobreza y den por igual una ocupación útil, protegiéndolos del desempleo y subempleo en cualquiera de sus manifestaciones. Establece el derecho a estabilidad laboral y solo admite el despido por causa justa, establecida por ley demostrada debidamente. La C79 reconoce que ante todo se le da preferencia a la remuneración del trabajador y sus beneficios sociales. Reconoce el derecho a la sindicalización y el derecho a huelga, a la participación de los trabajadores a en la gestión y en las utilidades de las empresas.

En cuanto a la C93, resulta patético que el gobierno que persiguió a los trabajadores, asesinó dirigentes, despidió a los sindicalizados, que realizó despidos masivos, que permitió que las empresas anunciaran en su búsqueda de trabajadores carteles que decían “se busca señorita con buena presencia”, que hizo listas de no contratables, sea la misma que lanza en esta carta generalidades sobre los derechos de los trabajadores en cuanto a no discriminación, derecho a negociación colectiva, derecho a huelga, aunque claro está, eliminó de un golpe la estabilidad laboral.

Además fue el gobierno donde, a causa de que el Estado queda arrodillado al libre mercado y la prepotencia capitalista, se dieron leyes como la Ley Siura en la que se le podía botar del trabajo sin ninguna justificación, gobierno que ponía a los jóvenes “a prueba” tres meses para luego reemplazarlos por otros, el gobierno que permitió que se le anularan los derechos a las mujeres trabajadoras que estuvieran embarazadas.

La C79 en cuanto a salud dice: Todos tienen derecho a la protección de la salud integral y el deber de participar en la promoción y defensa de su salud, la de su medio familiar y de la comunidad. La C93 parafrasea algo similar pero el resultado es que las leyes que la complementaron estas décadas auparon la privatización de la Salud Pública y el Estado amarrado a las Cartas de Intención del FMI redujo el presupuesto constantemente y dejó como un lujo lo que es y debe ser un derecho irrenunciable de cualquier ciudadano.

Se puede estar de acuerdo con que la C93 tiene mecanismos positivos como el derecho a referéndum, aunque tanto los fujimoristas que evitaron vía trabas burocráticas en el Congreso que fuera a consulta la vergonzante re-reelección del reo de la DIROES, o como Toledo y García que le buscaron tres pies al gato en cuanto al referéndum de los Fonavistas o sobre el TLC con los EEUU sean los que ahora aboguen porque esta carta es más progresista. También es condenable que le vean méritos a la C93 por proponer la existencia del Tribunal Constitucional como órgano máximo de resolución de temas legales, los fujimoristas que se tiraron el TC cuando este le dijo no al proyecto de eternización de Fujimori en el Poder. Y ni que decir de los gobiernos del 90 hasta el de García que han tratado de usar la Defensoría del Pueblo (otro logro que se debe aprovechar de la C93) como moneda de cambio político.

Lo cierto en todo caso que la C79 es mucho más beneficiosa para las grandes mayorías si lo que ahí está escrito toma vida. Y que se puede recoger más bien de la C93 el aporte del Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo y el derecho a Referéndum, si estos también son bien conducidos.

Pero hoy no se trata de estancarse en el pasado. Son nuevas generaciones las que tiene que debatir un nuevo Pacto Social. Hoy los pueblos en lucha quieren tomar la decisión sobre qué tipo de Estado es el que se necesita para resolver este polvorín llamado Perú. El tema de los recursos naturales renovables y no renovables, soberanía alimentaria, la consulta previa y territorio, por ejemplo, dan para un debate crucial en el país.

Y la salida es conquistar la Asamblea Constituyente, para que dé como fruto una nueva Constitución que refleje todo aquello por lo que están dando la vida millones de peruanos. Y si uno ve a los gremios, federaciones, confederaciones, sindicatos, gobiernos regionales, alcaldías, organizaciones de izquierda y nacionalistas y algunos parlamentarios consecuentes, todos reclaman Asamblea Constituyente que le dé fin y sepultura a la C93 golpista, neoliberal y mafiosa.

El tema aquí es, que este Congreso no la puede ni llamar ni hacer por su composición. Ollanta tampoco está en condiciones de hacerlo, lamentablemente en su ajedrez electoral se dejó meter un par de caballos de Troya que le impiden realizar grandes cambios. Lo que estoy diciendo que esta tarea no la realizará papa gobierno. Un proyecto de Constituyente no pasará en el Congreso lo pida una bancada o el mismo Ollanta, no hay mayoría para eso y temo que para calmar a la tribuna se modificarán cosas irrelevantes de la C93.

Se debe recolectar dos millones de firmas y reclamar un referéndum directo que haga que la mayoría de los peruanos diga si está de acuerdo o no con el llamado a la Asamblea Constituyente por una Nueva Constitución. Todo lo demás es solemnidad de discursos y papeles y banderolas muy emotivas pero nada resolutivas ni consecuentes.

Es el reto de la historia, tenemos que estar a la altura.

Hasta la victoria siempre

Guillermo Bermejo Rojas.

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