domingo, 7 de agosto de 2011

No olvido, no perdono, no me reconcilio

Yo no olvido que un general decía que era mejor matar a un niño para que de grande no sea terruco. No perdono que a esos niños los masacraran sin piedad. No me reconcilio con los militares ni con sus botas pateando las pequeñas cabezas, ni con sus cuchillos destripando sus barriguitas ni con sus fusiles dando la trayectoria de la muerte.

Yo no me olvido que a ese genocidio de desaparecer comunidades enteras so pretexto de la lucha contra la subversión le llamaron política de tierra arrasada. No perdono las órdenes de los gobernantes que mandaban camiones con encapuchados militares como símbolo de la barbarie a suceder. No me reconcilio con los orgullosos culpables de los que no están más, con los que quieren felicitaciones por las familias que borraron, ni con quienes ensangrentaron tierra inocente con sangre inocente. No olvido ni perdono ni me reconcilio con aquel general que decía que matar 100 con tal que uno sea terruco era bueno. Tampoco con los diputados y senadores de la época que lo escuchaban temerosos y cobardes, ni con quienes aceptaban su idea y hoy miran para otro lado y se acomodan según la marea gobernante.

Yo no me olvido de los escuadrones de la muerte, tengan el nombre que tengan. No perdono lo que le hicieron a Melisa Alfaro, ni a Castillo Páez, ni a Saúl Cantoral ni a Pedro Huillca ni a los campesinos del Santa, ni a los anónimos de todo el país que vieron su fin en manos de chacales que harían sentir mal a los chacales. No me reconcilio con los que mataron a los estudiantes en la Universidad del Centro.

No puedo olvidar a quienes picaban cuerpos en la selva y los tiraban a los ríos para esconder sus crímenes. No perdono a quienes tiraban los restos entre cerros ni a los que enterraban cuerpos después de dárselos a los perros de cena. No me reconcilio con quienes buscan justificación para esta demencia.

Yo no olvido a los jueces cobardes con los salvajes de verde ni con los salvajes de cuello y corbata culpables de la sangría que vivimos en la guerra interna. No perdono a los periodistas que cambiaban la versión de los hechos según el grosor que les pusieran en el bolsillo los que hacen de este país una triste historia mientras ellos celebran. No me reconcilio con los empresarios burgueses que financiaban la muerte apoyada por los gobiernos.

Yo no olvido que ese que llaman padre de la democracia (léase Belaunde) llamó Estado de Emergencia a su cheque en blanco para que los milicos violaran mujeres, las ataran a sus hijos y que de un balazo mataran a los dos para ahorrar municiones. No perdono que su gobierno perfeccionara las torturas de la Operación Cóndor. No me reconcilio con quienes se llevaban sospechosos en los helados andes y los mataban echándole agua helada. No me reconcilio con quienes hacían de las mujeres su botín de guerra.

No olvido que están cubiertos por los políticos, los militares que hacia cavar sus tumbas a los pobladores de las zonas “rojas”. No perdono que esas bestias pretendan que no se les juzgue y no me reconcilio con quienes amenazan hasta el día de hoy a los que siguen denunciando estos crímenes.

Yo no olvido Barrios altos. Me cuesta sacarme de la mente que unos malnacidos guiados por otros igual decidieran entrar a una casa, en plena fiesta y pegarles tiros a todos hasta dejar solo el sonido de las quejas de los sobrevivientes que olvidaron rematar. No perdono al que le disparó a ese niño que solo quería abrazar a su papá y recibió una bala entre los ojos. No me reconcilio ni a patadas con quien a nombre de la farsa democrática quiera evadir la justicia y el castigo.

No olivido, no perdono, no me reconcilio

No me olvido la cara cobarde de los altos jefes militares y políticos cuando se les pide la lista de nombres de los que ellos llaman héroes nacionales. No perdono que se encierren en la “justicia militar” para evadir el castigo que merecen. Ni me reconcilio con quienes se prestan para que los años pasen y los deudos vayan muriendo y los crímenes se pierdan el la agonía del tiempo.

Yo no olvido a García y su gobierno volando los penales y rematando a los rendidos. No olvido a Giampietri con su cara de culo dándoselas de prócer cuando es un asesino simplón. No perdono a los generales de la nada, que nunca ganaron nada, que nunca combatieron nada, que nunca escucharon el sonido de las balas, pero que hablan como si en la segunda guerra mundial hubieran estado, mientras le hacen creer a los soldaditos ejecutores que por “obediencia debida” deben callar lo que les mandaron hacer. No me reconcilio con los que quieren que nos de amnesia, mientras ellos bailan encima de la tumba de los muertos.

No olvido Cantuta. No saldrá de mi cabeza jamás que los secuestraron, torturaron, asesinaron, enterraron, desenterraron, quemaron y volvieron a enterrar a los muchachos y el profe. No olvidare a Fujimori y sus geishas en el parlamento de la dictadura burlándose del hecho. Ni de la prensa haciendo eco de estas burlas, ni de los jueces cagados de miedo por perder su puesto y dispuestos a lo que diga el “doc” Montesinos con un sobre de dinero de por medio. No perdonaré nunca a quienes me siguen haciendo llorar a Raida Cóndor y a su hija Carmencita, a quienes le hacen quebrar la voz a Gisela Ortiz y le generan lágrimas a toda su familia. No me reconciliaré nunca con quienes las atraparon en el tiempo y no les dejan vivir en paz, pues cuando parece que llega la justicia, les voltean a la fuerza la balanza para que todo se encharque de nuevo y vuelvan las lágrimas a esos ojos cansados de reclamar.

No acepto que me digan que hay que voltear la página para seguir, cuando lo que sigue y constante es la injustica contra los más que son los menos favorecidos. No olvidaré si este gobierno que nos genera tantas esperanzas pone en agenda otras cosas cuando la herida está abierta y sangrando y los deudos pidiendo justicia. Porque esos deudos votaron también con la esperanza que “la gran transformación” signifique justicia y reparación, y signifique también decirle la verdad de lo sucedido a las generaciones que vienen. Y claro, no se lo perdonaré ni me reconciliare porque saber lo que pasó y no hacer nada te vuelve culpable también.

No olvido, no perdono, no me reconcilio.

Hasta la victoria siempre.

Guillermo Bermejo Rojas

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