sábado, 5 de noviembre de 2011

De indultos, amnistías y tareas pendientes

“… ¿a dónde van los desaparecidos?, busca en el agua y los matorrales, ¿y porque es que se desaparecen? Porque no todos somos iguales…” Desapariciones, Rubén Blades.

Se va convirtiendo en un mal terminal que tengamos que esperar que algún funcionario del gobierno actual, algún vocero de las mafias partidarias que buscan impunidad, algún militar en retiro pero bien entonadito con la intención de los de en funciones de darnos jarabe de olvido o algún seguidor de Guzmán nos plantee que debemos voltear la página y excarcelar a todos los involucrados en violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra y que además se detengan las investigaciones de lo que falta judicializar y sancionar, para que los que estamos en la vereda de justicia y sanción a los culpables respondamos algo o pretendamos hacer algo, de forma espontánea y por tanto efímera.

Labores de bombero las llamo y se los digo siempre a mis amigos familiares y activistas de derechos humanos. La diferencia entre los que estamos de este lado de la cancha y los que están en el bando de los criminales es que mientras nosotros tenemos propósitos muy buenos y mayoritarios, frente a la opinión pública aún somos incapaces de establecer campañas que tengan más que hacer catarsis o salir en el periódico como triunfo momentáneo, mientras ellos tienen planes bien trazados.

Sabernos mayoría no alcanza frente a un enemigo que ataca por todos los frentes y tiene bien colocadas sus fichas en el ajedrez estatal. Jueces que esconden poco su temor o admiración a los militares o su corazón naranja o en forma de estrella, medios de comunicación dándole cobertura y justificando las posturas pro impunidad, militares queriendo que sintamos que le debemos algo, Cipriani usando el pulpito de la Catedral para lavar las manos asesinas, políticos que desean que nos olvidemos que las órdenes eran ejecutadas por los de uniforme pero encabezadas por los de cuello y corbata, desde luego los gonzalistas recordándonos una vez más que para ellos el vale todo que llevaron hasta la locura a dinamitazo limpio ahora la plantean sin ellas, dejándonos en claro que desean, igual que fujimoristas, apristas, belaundistas y militares de toda la época, que la sangría vivida termine en el baúl de la amnesia colectiva y los culpables de esta vuelvan a las andadas cuando la situación lo requiera.

Que el fujimorismo quiere la libertad del dictador, lo sabemos. Quieren que olvidemos, por ejemplo, que entregó los restos de los compañeros asesinados de La Cantuta en cajas de leche gloria para humillar a los familiares. Quieren que olvidemos que metió a sus chacales a una pollada en Barrios Altos y se llevó la vida de 15 humildes heladeros y un niño de 8 años que solo quiso abrazar a su padre ametrallado. Y quiere que olvidemos que esos , del Grupo Colina cumplían expresas ordenes de él, que como presidente exclamaba que la lucha contra la subversión la manejaba él directamente. Quieren que olvidemos que fue el mismo Fujimori el que los premió y felicitó por escrito y los blindó dándoles la amnistía.

Que el APRA quiere que Alan García no sea juzgado por los crímenes como la matanza de los penales, lo sabemos. Quieren que olvidemos que encapuchados a la orden de Mantilla y Giampietri ejecutaron rendidos con un tiro en la nuca. Quiere que nos olvidemos de la masacre de Cayara donde una patrulla militar entró al pueblo los reunió en la Plaza de Armas separó hombres de mujeres y niños y delante de estos últimos, los solados asesinaron por decenas a los varones pasándoles el filo de su bayoneta por el vientre. Quiere que nos olvidemos que la mayoría de sus parlamentarios de la época felicitaron por sus acciones en Cayara a las Fuerzas Armadas.

Que los de Acción Popular quieren que nos olvidemos que en el segundo gobierno de Belaunde las FF.AA iniciaron la política de tierra arrasada (es decir no dejar nada y matar a todos) y que sus generales de la época argumentaban que era mejor matar niños de las serranías para que de grandes no sean senderistas, lo sabemos. Quieren que olvidemos que los secuestrados eran llevados al Cuartel Los Cabitos en Ayacucho, torturados, mutilados y asesinados para luego usarlos de abono del terreno del cuartel. Quieren que olvidemos que las tropas usaban de trofeo de guerra a las mujeres y las violaban para luego matarlas y que el gallardo Presidente lo sabía todo y apoyaba todo.

Que el Sendero de Guzmán y sus seguidores tiene como única tarea sacar a su dirección partidaria de la cárcel, lo sabemos. Quieren que se nos olvide crímenes como Luccanamarca, aquella población que fue masacrada por las filas de Sendero Luminoso, con el saldo de 69 comuneros muertos. O el coche bomba (sin sentido ni objetivo militar como casi todos los coches bombas de Sendero) en una callecita como Tarata donde murieron 25 y quedaron heridos más de 200 (todos civiles sin participación en el conflicto). O que nos olvidemos que asesinaban selectivamente a militantes, dirigentes y autoridades de izquierda, por el solo hecho de no compartir el credo de Gonzalo. Acciones que no eran errores, ni excesos, ni realizadas por la espontaneidad de sus militantes sino que eran naturales para la línea del Partido y se les llamaba “parte del costo de la guerra”, realizadas contra comunidades que por no compartir el credo gonzalista se les llamó “las mesnadas” para justificar la masacre, acciones todas dirigidas “magistralmente” por “el hijo más preclaro de la clase” y “cuarta espada de la revolución mundial”, léase Guzmán. (Hasta aquí llego con el tema de Guzmán y sus huestes, puesto se que ya responderán con sus adjetivos peyorativos y maldiciones gitanas, mas prometo en una próxima entrega ampliar más algunos puntos vista sobre el comportamiento de este sector).

Ni amnistía, ni indulto

Y sabiendo todo esto deberíamos desde hace mucho tener posiciones más organizadas para enfrentar a quienes con sus mentiras históricas y sus ganchos burocráticos al primer pestañear nuestro abrirán las cárceles y frenaran toda investigación. Exigir que se abran los archivos militares para saber donde están los desaparecidos (según últimas investigaciones son más de 18 mil desaparecidos y las víctimas del conflicto superarían los 100 mil) y quienes estuvieron al mando de tamaños crímenes, es una tarea que no debe depender de tener buena o malas migas con este gobierno que le debe mucho a los que buscan la verdad y justicia. Y no debe depender de los caudillismos dentro del movimiento de DD.HH, ni del figuretismo de los reyes de las redes sociales, ni de la verborrea radicaloide de los revolucionarios comprometidos con el tema, ni con las discusiones de los grupos organizados de los familiares. Es momento de anteponer cualquier discusión para fortalecer la lucha y lograr que el gobierno, mas allá de declaraciones al aire, le ponga efectividad al tema. Que Ollanta deje en claro que no se permitirán indultos, amnistías, gracias presidenciales para ningún violador de DD.HH sea del bando que sea. Y que a personajes como Rudecindo Vega o Daniel Mora (Ministros para desgracia y vergüenza nuestra) los mande a su casa con sus discursos que afrentan a miles de peruanos afectados por el terrorismo de Estado que buscan en la justicia y la sanción a los culpables un poco de paz.

Ojalá estas líneas ayuden a establecer políticas de acción conjunta e ir allá (en las escuelas, en los barrios, sindicatos y comunidades) para que la memoria ayude a la conquista de justicia y haga de nuestro país territorio libre de impunidad.

Hasta la victoria siempre

Guillermo Bermejo Rojas.

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