martes, 28 de junio de 2011

A ti comandante

No me salen los versos más hermosos a tu nombre,

ni puedo escribirte las más lindas canciones;

ni tocar los tambores al son revolucionario…

 

Te honro a través de mis modestos esfuerzos, como mencionaste en tu despedida,

en la carta que se transformó en un humilde pero fidedigno manifiesto proletario,

en bofetadas que aún muerto se las dabas a los pesimistas y falsos soñadores.

 

A ti comandante,

de los sueños más hermosos y necesarios,

que dejaste la vida misma renunciando una y mil veces

por la terquedad de seguir en el camino correcto,

te regalo la mía;

porque la vida no vale nada si nos quedamos quietos,

sin hacer nada cuando matan a la inocencia por doquier.

 

Tú que nos enseñaste que no importa la vida de uno,

si está en juego el destino de la humanidad;

que es bueno ser aventurero,

cuando ponemos el pellejo para demostrar nuestras verdades…

 

Que renunciar una y mil veces debe ser un orgullo;

que nuestra mirada debe enfocarse hacia el deber y no a la comodidad…

 

A ti comandante,

que predicaste el evangelio correcto;

nos demostraste que las balas si son del enemigo no causan dolor,

y que más duele y mata la miseria y la explotación del hombre por el hombre,

la esclavitud asalariada,

las tremendas estafas y los grandes faenones…

 

El olvido mata más que las guerras.

 

Usted comandante,

humilde jefe del trabajo voluntario,

como escuela creadora de conciencia,

entendimos que no es molestia servir a nuestro pueblo…

 

Sus palabras sencillas y sus duros concejos,

como honesta semilla que viaja por otros cielos,

que siguen reclamando el concurso de sus modestos esfuerzos.

 

Hoy los pueblos han dicho basta y echaron a andar

y esa marcha de gigantes nadie lo detendrá,

y conquistaremos nuestra verdadera independencia,

tumbaremos los muros de la miseria

y detendremos el internacionalismo del crimen y de la traición.

 

Cantaremos sus versos Comandante,

como adarga valiente sobre los puñales asesinos;

ya no sangrarán nuestros sueños y no nadarán sobre el olvido nuestros suspiros.

 

Te quieren los verdugos olvidado,

las aves de rapiña y sus polluelos, arrodillado;

como si Martí dejara de cantar tu nombre en la Habana,

como si América luchara sin tu presencia.

 

Si son tus manos los que empuñan la adarga los valientes,

la hoz del campesino y el martillo del obrero recitan tu nombre,

el grito del desposeído y la oración de nuestras madres.

 

En el caer de un arroyo y en el canto de un jilguero

estás presente Guevara,

como ejemplo proletario;

tu sonrisa como mausoleo para ellos

pero como nacimiento para nosotros.

 

Los tercos necesarios y marxistas soñadores,

como realistas que harán lo imposible,

los que intentamos transformar nuestros sueños en hechos concretos;

esos te reclaman,

no Ministro, ni Mesías,

sino Comandante Che heroico;

Che amigo,

Che guerrillero,

Che Guevara.

Lucho Trinidad.

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